Se me van las esperanzas por el río quieto y puedo verlas alejándose, dejando tan solo el desasosiego de la certeza. Se queda el bosque oscuro, húmedo, y el crepúsculo se impone en el corto horizonte que me queda.
El frío me permite utilizarlo para abrigar con una frescura serena y aliviar los males de las personas, sin saber ellas que ese efecto calmante funciona solo desde mi piel hacia el cielo.
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